Crianza sin antibióticos: Un nuevo reto. Una nueva oportunidad para la avicultura de carne

José Ignacio Barragán
Director de Galimetría S.L.

16/04/2018

La producción de pollos de carne es una actividad en un continuo proceso de cambio. Unas veces por la dinámica de los propios animales, otras por necesidades comerciales de las empresas, otras por imposiciones de los consumidores y/o de las administraciones públicas.

Cada vez que una imposición de este tipo se presenta, el sector imagina un futuro negro, lleno de problemas o directamente imposible. Sin embargo, las experiencias previas deben enseñarnos que, en la mayoría de las ocasiones, finalmente el cielo no se derrumba sobre nuestras cabezas (Asterix dixit)

La prohibición consecutiva, y extraordinariamente próxima en el tiempo, de las harinas animales y de los promotores de crecimiento fue tal vez la última ocasión en que este sentimiento de imposibilidad se presentó en nuestro país. Sin embargo, y como se ha podido demostrar recientemente, la evolución de los resultados técnicos en España (sin promotores) o los EE.UU. (con ellos) resultó muy similar en ambos casos.

Evidentemente, cada cambio obliga a cambiar algunos paradigmas (ideas perfectamente asentadas en nuestras cabezas por años), y a adaptar nuestra forma de producir a nuevas circunstancias.

Este es el caso de la nueva situación que se derivará de la notable reducción del uso de antibióticos en campo que el sector debe emprender. Independientemente de la percepción que cada uno de nosotros tenga del impacto relativo del uso de antibióticos en campo en los pollos de carne en la presentación de cepas de bacterias multirresistentes en humanos, es evidente que el control progresivo de su uso es una obligación prioritaria de los productores.

Pero, como en otras ocasiones, un problema complejo no puede tener soluciones sencillas (ojalá fuese así en muchas circunstancias). Hay que afrontarlo desde muchos aspectos, y debe implicar al conjunto de la organización, desde las reproductoras hasta el mismo matadero.

La progresiva reducción del uso de antibióticos en el engorde de los animales debe pasar, en mi opinión, por varias metas. A saber:

Mejora de la calidad del pollito de un día

Una aproximación sencilla al problema indicaría que, si no podemos medicar los pollitos, extendamos el uso de antibióticos en las reproductoras para conseguir animales lo menos contaminados posible.

Lamentablemente, esto estaría en contradicción no solo con la buena praxis, también con las recomendaciones de la OMS y de UE, que enfatizar que la reducción de antibióticos debe empezar, precisamente, por las reproductoras.

¿Qué podemos hacer por tanto? Potenciar programas de vacunación más completos de las gallinas, especialmente en recría. Seguir trabajando para lograr vacunas más eficaces para el control de E. Coli, por ejemplo.

Aumentar los programas de bioseguridad, ya muy mejorados desde los protocolos de control de salmonelas. Trabajar específicamente en el control de calidad del agua de bebida de las gallinas, así como en un buen ambiente general de las instalaciones.

Reducir en lo posible los huevos en suelo, y eliminarlos, si es materialmente posible. Trabajar con buenos programas de limpieza y desinfección de los mismos.

Cuidar especialmente el almacenaje de los huevos hasta su colocación en las máquinas incubadoras, y mantener un estricto control de higiene y desinfección de estas.

Añadido a esto, se nos presenta un nuevo problema, con el cese del uso de formaldehido en las nacedoras. Deberemos trabajar en conseguir protocolos de desinfección en nacedoras que proporcionen los mismos niveles de desinfección de este producto, aunque no parece muy probable que sea al mismo coste.

Extremar las precauciones en el manejo y transporte de los pollitos recién nacidos, ya   que las posibles contaminaciones horizontales de las primeras horas son determinantes en la diseminación de posibles problemas bacterianos en la granja.

Recepción en la granja y arranque de los pollitos

Aún en el supuesto de tener pollitos con muy baja contaminación al nacimiento, y un excelente transporte y manipulación de los mismos, cuando los animales llegan a la granja lo hacen con un intestino relativamente estéril, y un sistema inmunitario aún inmaduro.

Por esta razón, la microbiota presente en la granja resultará determinante para la primera colonización del intestino de los pollitos. De nuevo resulta por tanto imperativo extremar los programas de limpieza y desinfección de las granjas y de las camas, de modo que la carga bacteriana sea lo más baja posible.

Si los pollos no comienzan a comer rápidamente (lo que depende en gran parte de las condiciones de la instalación y de la calidad de presentación del alimento) se retardará la puesta en marcha de los mecanismos de desarrollo de enzimas e inmunitario del intestino, facilitando la contaminación del intestino por un número mayor de bacterias potencialmente patógenas. Asegurar un correcto consumo temprano de los pollitos es por tanto muy importante.

Dos elementos a tener en cuenta: El agua debe ser tratada e higienizada desde el primer momento de la vida de los animales, garantizando su limpieza y potabilidad y es posible emplear cierta cantidad de sal y azúcar en la misma los dos primeros días para facilitar el arranque.

Tal vez en este periodo el uso de ciertos productos puede ser de interés, bien para modular la flora intestinal (pre o probióticos), bien para garantizar un correcto desarrollo del intestino desde los primeros momentos (butiratos, betaína, etc)

Periodos intermedios del ciclo de crianza

Hay un factor que debemos tener muy en cuenta en esta nueva situación, y que me temo que no ha sido un objeto de investigación prioritario en estos años. Me refiero a las translocaciones bacterianas a través de los enterocitos, o entre ellos. Hay un número creciente de procesos que parece estar demostrado que se producen por el paso de determinadas especies bacterianas a través del intestino, y de su posterior acantonamiento en ciertos tejidos (espondilolistesis; necrosis de cabeza de fémur, cojeras inespecíficas, dermatitis o ciertas septicemias).

Muchas de las infecciones sistémicas producidas por E. Coli, que antes se consideraban relacionadas con infecciones respiratorias, parece que se pueden deber más bien al paso de cepas patógenas de la bacteria desde el intestino a la circulación sanguínea.

Por supuesto, este paso puede ser a través de los propios enterocitos, si estos son destruidos como consecuencias de algún tipo de infección o contaminación muy agresiva (coccidiosis, ciertas micotoxinas…). Pero también puede producirse por una separación de las uniones firmes entre los enterocitos, como consecuencia de una alteración de las proteínas que las forman (cloudina; ocludina y otras).

Todo proceso, patológico o no, que produzca una inflamación de la mucosa intestinal estará indirectamente potenciando la permeabilidad de estas uniones, y facilitando la contaminación posterior del animal.

Si no disponemos de antibióticos para controlar estas infecciones posteriores, es evidente que su pronóstico se complica.

Es por ello que debemos ser aún más vigilantes que hasta la fecha, con el objetivo de mantener el tracto intestinal en las mejores condiciones, extremando la digestibilidad de las dietas, garantizando los aportes mínimos de aminoácidos sin forzar los niveles de proteína bruta del pienso o empleando con prudencia niveles mayores de fibra bruta en los mismos.

En estas nuevas circunstancias, el binomio concentración/digestibilidad de la dieta se vuelve aún más transcendente.

El empleo de aditivos que permitan un cierto control de la población bacteriana (ácidos orgánicos, extractos de plantas, etc), junto con aquellos que permitan un mejor desarrollo del intestino, facilitando su resistencia y resiliencia a las infecciones serán sin duda de ayuda en este periodo.

Periodo final del ciclo

En este periodo, generalmente y salvo casos aislados, los problemas de mortalidad pueden ser más de tipo ambiental que patológico. Si se presenta una patología suele ser con carácter anterior a los 35 días.

Sin embargo, este periodo final no está exento de sobresaltos, tales como coccidiosis subclínicas o enteritis más o menos graves.

Creo que es particularmente importante asegurar el no empleo de antibióticos en este periodo, por lo que adquieren especial interés aquellos aditivos más dirigidos al control bacteriano a nivel intestinal, debiendo seleccionar para este periodo aquellos que demuestren tener una mayor actividad antibacteriana.

Como resumen, el uso combinado de acciones de bioseguridad, manejo de las reproductoras y el huevo incubable, programas eficientes de limpieza y desinfección de máquinas de incubación y nacedoras, aplicación de las mismas medidas en granja, aseguramiento de calidad del pollito de un día y de su arranque, programas nutricionales más enfocados a la digestibilidad de las dietas, programas de higienización de aguas en las granjas de cría, combinado con un uso juicioso de los aditivos actualmente disponibles y de los futuros (creciente importancia creo que van a tener nuevos desarrollos de enzimas) nos pueden permitir resolver este nuevo desafío.

Tenemos medios para transformar el desafío en oportunidad. No perdamos la ocasión de hacerlo.

José Ignacio Barragán
Director de Galimetría S.L.